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Hoy me gustaría hablar, más que de una pseudoterapia, de un concepto que comparten muchas de ellas: el efecto placebo. Y de dos ideas que están muy extendidas y que no son correctas respecto a él: que el efecto placebo cura, y que a niños y animales no les afecta. Estas ideas se utilizan continuamente para justificar el uso de terapias alternativas y pseudocientíficas, y por eso creo que es importante aclararlas.

¿Qué es un placebo?

Un placebo es una sustancia sin indicaciones terapéuticas, que se utiliza para evaluar tratamientos médicos sin que el paciente sepa si está tomando el medicamento a evaluar o no en los estudios ciegos. Es decir, es el «punto cero» sobre el que comparar el tratamiento que evaluamos y generalmente está compuesto por agua, sacarosa o suero fisiológico.

El placebo no puede curar

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Si queremos evaluar si la terapia X es eficaz en una enfermedad, formamos dos grupos de pacientes: a uno le damos el medicamento que queremos probar, y al otro, llamado «grupo control», le damos simplemente agua (o sacarosa, o suero fisiológico). En el grupo control lo que controlamos es la mejoría que se produce por el simple azar o por la evolución natural de la enfermedad. Vamos, la mejoría que se produce de manera natural si no damos nada. El problema es que somos sugestionables, y se ha comprobado que el hecho de estar tomando una pastilla, aunque esté compuesta de azúcar, o un inyectable de suero fisiológico, puede producir una cierta percepción de mejoría en los síntomas. Y aquí está el tema. El placebo no cura ninguna enfermedad, la mente no tiene la capacidad de curar por el simple hecho de creer que está tomando algo que curará el cuerpo, sin embargo, la tranquilidad y otras sensaciones agradables que nos vienen cuando creemos que nos estamos curando son debidas a un aumento de sustancias químicas (endorfinas principalmente) que nos dan la sensación de que nos encontramos mejor. Cuanto mayor sea la creencia de la efectividad del placebo, mayor será la sensación de bienestar y, derivada de esta, de curación.

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En este sentido, me quedo con la frase del blog La ciencia y sus demonios:

¿Cuánto dinero estás dispuesto a pagar a una persona que si te curas se atribuye la curación pero si no te curas responsabiliza a tu falta de fe?

El efecto del placebo cambia mucho con las enfermedades, y solo nos da la sensación de alivio cuando los síntomas se pueden describir en escalas subjetivas (por ejemplo, del 1 al 10, ¿cuánto le pica?, ¿cuánto le duele?, ¿cómo se encuentra?). En enfermedades con síntomas objetivos y medibles, el efecto placebo no aparece. ¿Por qué? Pues precisamente porque el efecto placebo no nos está curando nada, solo engaña a la mente para que sea más tolerante con los síntomas.

Hasta cierto punto, esto podría justificar el uso del efecto placebo en cosas poco importantes, y de hecho, lo usamos habitualmente en los niños. ¿A quién no le han hecho el «sana, sana, colita de rana»? Evidentemente, la fórmula mágica para curar heridas, cortes y rascadas leves no elimina el dolor ni acelera la cicatrización, pero el niño se va tan feliz a seguir jugando, habiendo obtenido su dosis de atención y ritual, con la sensación de que el golpe duele menos.

Y ahí entramos en el siguiente tema: un placebo no tiene por qué ser siempre una pastilla, un jarabe o un pinchazo. Un ritual, unas palabras o un poco de atención extra puede tener el mismo efecto tranquilizador y hacer más tolerantes y llevaderos los síntomas. Así, un paciente va a salir mucho más relajado de una sesión de reiki, de la consulta de un homeópata o de una clase de relajación tibetana con pintura de mandalas incluida. Ninguna de estas actividades va a curarle nada, pero es posible que ese dolorcillo que tenía en la espalda ya no le moleste tanto, o parece que pueda respirar mejor a pesar de su sinusitis o su asma. El problema es que esta sensación dura lo que dura la relajación y en media hora en el trabajo o en medio de un atasco de automóviles las endorfinas desaparecen y vuelves a notar el dolor de espalda o la nariz tapada. El problema sigue ahí, solo has puesto un parche de autoengaño caro y poco duradero.

De la misma manera, un paciente que se encuentra con profesionales de la salud empáticos y que le explican los procedimientos y las fases de recuperación se encontrará más relajado, más tranquilo y confiado, más volcado en su tratamiento y recuperación. Tendrá más ánimos para seguir las recomendaciones o tomar la medicación.

El efecto placebo sí afecta a muchos niños y animales

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La mayor parte de las personas, al pensar en efecto placebo, nos quedamos en la pastilla de azúcar o la inyección de suero, sin tener en cuenta que la empatía, la cercanía o la atención pueden tener ese mismo efecto. Un argumento habitual de los que apoyan las pseudoterapias es que si son placebo, cómo explicar el efecto que tienen en niños y animales, olvidando que, de hecho, tanto los niños como la mayor parte de los animales domésticos son sociales y necesitan el contacto, además de tener la capacidad de asociar (no necesariamente de manera correcta) acciones con supuestas consecuencias. El condicionamiento y la búsqueda de atención son las bases perfectas para que se vea cierta mejoría y que existan son condición imprescindible. Para que el niño se tome lo que sea, le cantaremos, le haremos el avioncito, intentaremos que se ría, lo mezclaremos con su comida favorita mientras repetimos en voz tranquilizadora «tómate esto que vas a ver que te curas». Y como habitualmente se pone bueno, pues tampoco se va a plantear si está tomando paracetamol, sacarosa o un caramelo de limón. Casi casi hacemos lo mismo con una mascota: le hablamos, le acariciamos, le damos premios, le prestamos atención… y el perro es feliz, mueve el rabo, se relaja y parece que se encuentra mejor durante un ratito. Y ya tenemos la falacia de causalidad falsa servida: cuando le doy las flores de Bach, por fin mejora y duerme un rato, por lo tanto las flores de Bach curan, aunque sea gracias al efecto placebo. Pero lo cierto es que en niños o animales no aparece efecto placebo si quien lo administra no es una persona de confianza (la familia cercana o los propietarios) o si la mascota pertenece a una especie presa o no social que se estresa con el contacto con humanos (ciertos roedores, aves de adorno pequeñas) o que simplemente le da igual el tema (muchos reptiles) o si no ha tenido un periodo de condicionamiento previo (tipo Pavlov, los perros y las campanas).

En resumen, el efecto placebo no cura: solo nos hace más llevaderos los síntomas, y para experimentarlo es necesaria la capacidad de hacer asociaciones, de lo que son capaces también los niños y la mayor parte de las mascotas.

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Fuente

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